En primer lugar, somos parte de quienes creen que el mejor vino siempre será el que más te guste. Por ello, el primer paso es darte a la tarea de probar y diferenciar por cuáles sabores te inclinas más. Sin importar si el vino es blanco, tinto, rosado o espumoso, siempre van a haber otras características que te servirán de guía. Por ejemplo, puedes apoyarte en su dulzura, grado de alcohol, acidez, cuerpo, olores florales, afrutados y amaderados, etc.
Ahora bien, no todas las respuestas están en el vino, también debes buscar en el contexto, ya que la ocasión influye mucho en tu elección. Está claro que no es lo mismo tomarlo con tus amigos en una noche de plática casual que utilizarlo para acompañar alimentos en una cena romántica o en un almuerzo de negocios. Para saber qué elegir, hay varios factores que debes tomar en cuenta, empezando por el clima y la hora en la que lo tomarás. Para esas tardes calurosas y húmedas de verano, es buena idea optar por un vino blanco, espumoso o rosado, ya que suelen ser bastante frescos. Por el contrario, si se trata de una cena en un sitio fresco, o sencillamente de una reunión en otoño o invierno, las bajas temperaturas hacen del vino tinto una mejor opción.
Estos consejos están más basados en el tipo de contexto en el cual lo beberás, pero otro aspecto muy importante a considerar es que, en caso de quererlo para acompañar un alimento, siempre habrá ciertas recomendaciones que tradicionalmente han funcionado para maridajes. El vino blanco es famoso por combinar a la perfección con mariscos crudos, pescados y pollo. También es una sabia elección para comidas ligeras como ceviche, vegetales y quesos suaves. Por ejemplo, un Yllera Sauvignon Blanc nunca te decepcionará. La temperatura es importante, así que debes recordar servirlo frío y mantenerlo en ese estado hasta haberlo terminado.
Por su parte, el vino tinto es la respuesta ideal si en el menú se incluyen pastas, setas, carnes rojas o incluso vegetales a la parrilla. Mientras mayor grasa tengan los alimentos, mayor cuerpo debe tener el vino que los acompañe. Para este tipo de ocasiones, un Martín Berdugo Barrica o un Monasterio de San Miguel Reserva, pueden darle brillo a tu comida .
Asimismo, por lo general, el vino rosado es el más amigable, ya que combina a la perfección con casi todos los platillos, el Viernes Rosé es la prueba de ello. Sin embargo, su frescura lo hace el complemento perfecto para carnes blancas, trufas, quesos y hasta pescados. Al igual que los blancos, es imprescindible que se sirva y mantenga frío.
Por último, tenemos los vinos espumosos que, como al champagne, lo asociamos con un festejo y, por lo tanto, siempre está presente en los días de celebraciones. Si te das el permiso de degustar un buen, Flor del Saúco Espumoso o un Galanteria Brut, comprobarás que suelen ser frescos y pueden subirle el nivel a platos con mariscos, aceitunas o frutas frescas.
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Como puedes observar, existen tantos vinos como ocasiones para disfrutarlos, la clave está en conocerte y saber qué sabores te dan placer y de allí partir para buscar similitudes a pesar de su tipo.
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